La vieja que se queja por nada y por todo,
Las faldas, las piernas, los piropos,
El anciano del bastón y el sombrero,
El dinero, el dinero, el dinero.
Las filas en el banco, en el registro civil o en
McDonald´s,
El ladrón, el político, las profesoras,
El abogado, el ingeniero, el arquitecto,
Los amigos de siempre con un nuevo proyecto.
El muchacho que tapa su acné con pasta dental,
La fuga del más buscado otra vez del penal,
El niño descalzo y con hambre limpiando parabrisas,
La puritana haciendo de su casa una iglesia y dando
misas.
La niña que va a hacer una tarea en la casa de su
alcahueta
Y termina besándose con su galán en una discoteca,
El sexo, el alcohol, las drogas, los clientes,
Personas que tocan tu puerta diciendo que Cristo
viene.
Chicas trotando y escuchando música en su ipod
chino,
Prostitutas caminando por la noche buscando un buen
chico,
Travestis ofreciendo lo que no ofrecen las mujeres,
El necesario ¿Qué haces? en el messenger.
Televisores encendidos, hornos microondas, el último
celular,
Gel en el cabello para atraer miradas en el centro
comercial,
Perros tirando en la calle practicando nuevas
posiciones,
El bajar del colectivo lleno siempre a empujones.
Espejos para ver el último músculo que originó el
gimnasio,
Horarios de salida, el smog, la contaminación y el
tráfico,
Más faldas, más piernas, siguen los piropos,
El amor, la compasión, la hipocresía, nuevos odios.
Infidelidades, engaños y amores estrenando un nuevo
motel,
Diarios anunciando la llegada de un famoso al mejor
hotel,
Y en otro feriado: insultos, buses, pasajeros,
terminales,
Stress, asaltos, semáforos, gasolineras, accidentes
y hospitales.
Mujeres complacidas con sus nuevas tetas,
El regalo de los padres para una quinceañera;
Lunes de miel, martes de pizza, miércoles de cine,
Jueves de peluquería, viernes de fiesta y sábados
felices.
Divorcios, reuniones familiares, taxis sin
taxímetro,
Huelgas, computadoras y el Monumental otro domingo
vacío,
El vendedor de caramelos, farmacias, el aeropuerto,
El cerro, la música, la tristeza y el corazón
hipoalergénico.
2 comentarios:
En verdad, al leerte, no puedo más que ponerte un rostro, una estatura, vestirte de uno y otro color e imaginarte en el paisaje urbano de una gran ciudad observándolo todo y a todos, fraguando historias en tu mente, concatenando vidas dispares de la selva de concreto...
Me gustó...
Abrazos observadoramente urbanos,
Ingrid
muchas gracias ingrid y espero que cuando me veas en lo que escribo me dibujes opuestamente a lo que soy... sin la melancolia de vivir esta vida que no puedo cambiar.
Exageradas gracias para una amiga de la que aprendo mucho cuando leo lo que escribe!
Juan Pablo
Publicar un comentario